domingo, 11 de abril de 2010

Keke de Clemente Palma, Ser Amado y gotitas de Semana Santa (Primera tajada)

Entre hacer un pequeño servicio que apenas deje huella en la memoria del beneficiado o un grave daño que le deje profundo recuerdo, elegid lo segundo
Así como tú hiciste, ¿recuerdas?, así como estuviste a punto de hacer hace unos días, así como la traición o la verdad velada de lo que podrías sentir por mí, así como fuiste el primero en hacer lo que dijiste que no harías y que yo jamás haría si no fueras tú el que me envolviera en ese abrazo sobre la cama que cuestionaba el amor y respondía “es energía, es voluntad”. Los cabellos largos y la figura androide que te acompañaba cuando no estaba yo, o tu disculpa en esa banca estúpida de parque… ¿no pensaste que la hiancia sería tan grande que más que un profundo recuerdo te ganarías un fantasma?
La convencí de que la muerte es una dulce ventura, un premio inefable de los amores profundos y castos, el nudo infinito del amor
Morir joven, morir antes de que la vida nos encenegara y obturase nuestra facultad de apreciar las bellezas del ideal.
Pero pienso que quizá si la felicidad es más, que el poder de crear, el placer de destruir.
Un fantasma feliz de seguirte porque ya no vive, es una sombra que pasea por los edificios sin detenerse en nadie, rodeada de una burbuja que espanta a quien quiera acercarse a saludar. Porque le robaste su pureza de muerto para regalársela a tu novia actual seguramente, a tus muchas novias, a las que vendrán; a la que nunca quisiste conocer por miedo a que se entere de tu chatura. Me alegra tener a alguien que te insulte por mí y te encienda los nervios por mí, para ya no tener que tocarte. O en la noche recorrer los olivares oscuros donde exploramos como incautos recién nacidos nuestros sexos. O darte el mejor beso del mundo justo antes de que tiraras de mis cabellos enloquecido y furioso por la sublimidad del amor. Mejor no, mejor no te hubiera dejado acercar tanto.
(versión EMO: pero sufrirás cuando te des cuenta que me perdiste)

¿Quién iba a pensar en condenarse gozando de perfecta salud, sintiendo, como inefable caricia del alma, esa fraternidad universal, y para colmo de dichas la despreocupación del porvenir? Había pan, amor y salud para todos...
Cuando estuvo sólo, el ermitaño se puso a llorar de vergüenza y conmiseración hacia esa humanidad tan ingrata como ingobernable, tan insaciable como loca.

Bello, bello cadáver. ¿Aún si todo fuera felicidad nos seguiríamos condenando? Es tan horrible la vida no eterna y el estómago voraz que consume sus jugos como necios cilindros gigantes donde entra todo, de todo, y se expectora pura basura. Y multiplicar las células tan negligentemente que resultan atrofiadas en el proceso, contaminándose de forma progresiva unas con otras, mutantes pegándose como chicle bajo la carpeta del salón que dedo tras dedo se ha inundado de goma de mascar, con todas las salivas hasta el baño, el inodoro que rebalsa, hasta ese punto llegamos para darnos cuenta de que hemos hecho de nuestros cuerpos un tacho de basura de sonrisa inútil.
Cuando Lina fijaba sus ojos en los míos me desesperaba, me sentía inquieto y con los nervios crispados; me parecía que alguien me vaciaba una caja de alfileres en el cerebro y que se esparcían a lo largo de mi espina dorsal; un frío doloroso galopaba por mis arterias, y la epidermis se me rizaba; como sucede a la generalidad de las personas al salir de un baño helado, y a muchas al tocar un fruta peluda, o al ver el filo de una navaja, o al rozar con las uñas el terciopelo, o al escuchar el frufrú de seda o al mirar una gran profundidad.
Nuestros amores debían tener una solución como la tienen todos: o me casaba con Lina o rompía con ella. Esto último era imposible, luego tenía que casarme
Salí de casa a las doce de la noche con un pantalón que usaba de piyama; llegué a la tuya en media hora, te dije en rápidas frases que teníamos que casarnos, que nos habían descubierto, que ya no podríamos ser distintos ni antes ni después que la existencia compartida por el otro en nuestras respectivas vidas. Así como podía hacerte llorar a voluntad, así como te hacía desmayar y enloquecer con el color rojo de las fresas, con los retazos de tela puestos como un velo sobre el rostro y los días de torpeza suprema sacando lo peor de ti. O dejando que me digas lo mucho que no soportas a tu madre. Hundo el dedo hasta el fondo de tu abismo carnoso, luego de lamer tu boca, siempre hundo el dedo.
en amor no debe llegarse a la posesión, a la apreciación exacta del objeto amado. Poseer o conocer es matar la ilusión.
En amor no debe pasarse el beso
¡Pero el amor así es una horchata idealista!
¡Es cierto!
y confieso a usted con toda ingenuidad que la moraleja idealista de mi cuento... no resulta. ¿Sabe usted por qué, amiga mía? Porque la vida y, por consiguiente, el amor no tiene moraleja.

El amor siempre me llega cada dos años y luego de eso se hace una huella indeleble. A menos que se trate del amor que sentía, siento, sentí por esa extraña criatura larga hasta el cielo que me daba cajitas con secretos que estaban dormidos en mis labios. ¡Despierta! me decía, despierta y hazme “la taba” en este camino circular hacia arriba que dibuja la estructura piramidal donde me soñaste. Y la pobrecilla miraba hacia abajo que nadie la seguía, que estaba sola pero no perdida, que abajo todos se divertían mucho y comían torta. Cómo la amaba, cómo amo que mire mi sangre viva sin tocarla, que quiera hacerme despertar para narrar mis sueños donde brilla sicodélicamente como un pez de aguas siderales. Pertenece a todos los elementos de los que está hecha esa pirámide en cuya cúspide de agua, aire, tierra y fuego blande su bandera de “nada”, una bandera incierta de ningún color; sentada, esperando que me deshaga de todos los nombres y me ponga a silbar a su lado una canción alegre viendo como el mundo se derrumba. El reloj de arena y yo la arena que aún no cae.
Luzbel descendió a los sombríos misterios de la carne, a los rojos abismos de la sangre, a los intrincados laberintos de los nervios, y con esta astuta estrategia pudo manejar los verdaderos y ocultos resortes de la vida.
desde allí es el verdadero padre y señor de los cuerpos y de las almas todas, aunque éstas se cubran con la blanca veste de la milicia cristiana
Al que fue casto, tentó el orgullo; al caritativo, la gula; al severo moralista adormeció la indolencia física; al incendiado por la fe más ardiente, mancho la ira ciega y la intransigencia apasionada
¡Oh, la pureza de pecado, la emancipación del vasallaje satánico es imposible!
Él era el padre de la actividad y el esfuerzo, porque él era el padre del Dolor y el Mal Lubrificaba las almas, las bonificaba para la conquista de las alturas excelsas.
Y fue el Gran Cataclismo de la Creación: faltando Luzbel en el universo, el Universo murió: le faltaba el alma... Y volvió a ser la Nada.
La pureza del pecado. Cuando el pecado es puro pecado o pecado puro que no ha contaminado a nadie que no seas tú. Salvo la gula y la avaricia porque le quitas la comida a alguna boca necesitada. La ira es algo muy relativo, ya que normalmente no es gratuita. (No se considera a los sicópatas, ellos son demasiado imaginarios). El más puro es la soberbia, que casi se parece a soberana.
La pureza del pescado. Cuando está recién cosechado.
La podredumbre del pescado. Cuando se pescó demás y no se comió.
La podredumbre del pesado. Cuando me persigues por mi definición.
Más de una vez me explicó el sentido verdadero del principio hegeliano: Todo lo real es ideal, todo lo ideal es real
el mundo es un estado intermedio del ser colocado entre la nada (que no existe) y la realidad (que tampoco existe): un simple acto de imaginación, un ensueño puro en el que los seres flotamos con apariencia de personalidad
La habría comprado con mi alma, mi vida y mi fortuna; habría hecho lo más inmundo y lo más criminal; me habría atraído la indignación del Universo y la maldición eterna de Dios; habría echado en una caldera la sangre de toda la humanidad, desde Adán hasta el último hombre de la generaciones futuras, y hecho un cocimiento en el Infierno con el fuego destinado a mi condenación, si así hubiera podido obtener una droga que devolviera a mi Cordelia la salud.
La Muerte y la Locura tiraban de mí. Necesitaba llorar para que no triunfara alguna de ellas
Sí maestro, no existe la realidad, o en otros términos, la realidad es la nada con formas.
Me parecía estar vacío, sin el más insignificante de los elementos que constituyen la personalidad humana.
Allí estaba y yo nada sentía, estaba vacío; no sufría, no gozaba, y ni siquiera una idea estúpida cruzaba mi cerebro.

Sólo el vacío puede generar movimiento, sólo el vacío sumado a dos fuerzas contrarias. Mi Ser Amado por ejemplo, el Profundo, infinito, largo, cuando me hace volar dice que todo fluye, que los ríos van hacia el mar por el movimiento, muchos cauces en pos de un objetivo –que me siento como un pez en medio del cardumen cuando llevamos el mismo ritmo necesario– que nosotros rodamos por el piso por la voluntad, que mi boca se convierte en una trompa gigante para poderle dar un beso sin moverme de mi sitio. Armonía y caos, así es como nosotros queremos verlo ¿significa que así es? ¿Es de carácter conspicuo tu paz interior? Porque si no lo es no sirve de nada, lo objetivo es lo único que puedes compartir. Te cargan entre todos, sujetando unos tu cabeza, unos tus pies, todos tu centro, te elevan y sientes que puedes tocar el techo, ligero como un globo, gracias a los demás encuentras tu propia inmensidad. No importa que sólo sean animales jugando. No importa la muerte en ese momento.