sábado, 24 de septiembre de 2011

Reseñas de teatro, dos obras dos!

Dos obras muy interesantes, tan distintas pero recomendables ambas. Creo que la primera aún sigue en cartelera. Transcribo tal como salio en el diario, un poco tarde porque estuve de viaje.

Viernes 26 de agosto del 2011
POR ACCIDENTE
Por accidente es una obra de hombres. Los seis personajes, interpretados todos de forma brillante, nos muestran el universo masculino con la inevitable presencia de la mujer como algo inmanente; vemos al criollo peruano actual debatirse entre el honor, el fracaso y la soledad.
En la realización también podemos reconocer que las coordenadas sociales han cambiado. Un “cholo” puede conducir un auto de lujo. Un “blanco” maneja, en cambio, un auto destartalado. Tras la accidental colisión que sufren ambos personajes, no se sabe quién choco a quien en aquella madrugada, a pesar del vigilante nocturno (o guachimán), del taxista cincuentón y del transeúnte gay que fueron testigos del accidente.
El auto, símbolo de poder predominantemente masculino, está ahora abollado. Tras de la magulladura, una mujer, “la mamá de mi hijo que me ha dicho chau”, “mi novia sanisidrina a la que quise impresionar con el auto de mi papa”. Un último personaje, el agente de seguros, es el hombre demiurgo que ordena el mundo.
Dirigida y escrita por Marisol Palacios, en lo último con la valiosa colaboración del actor y también director Alfonso Santisteban, Por accidente es una creación femenina que trasciende su género y es capaz de hacernos identificar en escena los valores masculinos sin la necesidad de personajes estereotipados: ni “galanes” ni “machos”, se nos revela que el hombre siente, de verdad siente.

Viernes 2 de setiembre del 2011
PEQUEÑAS INTERRUPCIONES
Dino y Ugo Ploh esperan noticias de su padre de 90 años que ha ido a la guerra. Simona, el cartero, con todo el aspecto lúdico de un arlequín, trae cartas desde la guerra. Pero estas cartas están en blanco. Empiezan las preguntas, ¿un hombre de noventa años a la guerra?, ¿no se está hablando acaso de otra cosa, una distancia que todos conocemos pero ninguno puede decir haber experimentado, acaso el más allá de la muerte?
Hasta que esto no termine de aclararse, cierto tedio se origina en el espectador que no entiende lo que está pasando. O que simplemente no está acostumbrado a las obras dramáticas que no tienen su referente en lo “real”. El primer cuadro, por lo tanto, desconcierta. El segundo cuadro es la imagen sublime de Ugo Ploh sobre la barca, con un árbol como velero. Habla a un almirante y ve leones sobre el mar, les dispara. Guerra. Esa imagen, escénicamente exquisita, nos encamina ya hacia el sentido. El segundo cuadro es el extravío dentro de la materia de los sueños, marca un hito entre lo onírico y lo que entendemos como real en la obra: Ugo Ploh irá a la guerra.
Así, en el tercer cuadro se abre paso al phatos, a lo que se siente sin explicaciones racionales, al clímax donde Dino Ploh enumera palabras una tras otra sin sentido. Y sin embargo, es aquí donde el espectador acentúa su capacidad de conmoverse, porque en el fondo entiende el absurdo de nacer solo para morir. ¿Por qué no realizar pequeñas interrupciones a esa línea tan fija? Interrumpir al almirante, al jefe, al gran otro, a Dios.