martes, 23 de agosto de 2011

Reseñas de teatro, dos obras dos....!!!

*En La República vengo publicando reseñas de teatro los días viernes. Obras aún en cartelera, teatro de Lima-Perú fresquito y pujante en la humilde opinión de su servidora Inés Vargas, literata, actriz y performer independiente. Transcribo aquí los textos ya publicados, el primero tal cual y el segundo con un extra que no alcanzó por el pequeño espacio de caracteres prediseñado para las notas.

viernes 12 de agosto del 2011
EN LA JUNGLA DE LAS CIUDADES
Queda solo este fin de semana para asistir a la experiencia avasallante que es En la jungla de las ciudades, puesta dirigida por Gisela Cárdenas e interpretada por un gran número de actores.
La obra es una de las primeras escritas por Bertolt Brecht, donde aún no aplica su concepto de teatro épico, tan crítico de la cuarta pared. Pero, como es esencialmente Brecth, no conmueve corazones sino cerebros, no hay tragedias individuales sino sociales, en las que el hombre cifra su existencia solo en pro a su vida comunitaria con otros hombres.
El chino pero exitoso capitalista Schlink reta al humilde trabajador resignado con su condición, George Garga. ¿Qué pasa cuando Garga es obligado por Schlink a no resignarse, a recibir como un regalo su fábrica de telas con todas las utilidades y propiedades? Ya no se trata solo de dinero, sino de integridad, de mantenerse en pie.
Acierta Gisela Cárdenas al no pretender hacer una versión de época de la obra. Los vestuarios y el escenario, que fluctúan entre lo de antaño y lo moderno irreverente, se vuelven una conmoción a los sentidos. Infatigable de principio a fin, incluso el intermedio es una sorpresa más, tal vez un poco exagerada. Algunas actuaciones dejaron que desear, algunos manejos de voz pudieron ser mejores. Pero Lucho Ramírez en el papel de Schlink es de lo más memorable. Así como el final, donde Cárdenas critica, a su manera, esa dichosa cuarta pared.


viernes 19 de agosto del 2011
ENTONCES ALICIA CAYÓ
Personajes entrañables, actuaciones idóneas, escenografía impecable, pero en Entonces Alicia cayó hay algo que no termina de cuajar. No se trata del tema de la paternidad, o de la maternidad, para ceñirnos con más propiedad a la trama de la obra, pues son tres mujeres las que se enfrentan a esta situación crucial en sus vidas. Alba, de 50 años, una famosa cantante que no tuvo hijos por decisión mutua con su esposo, descubre que él sí embarazó a su amante. Daniela, de 45 años, una dramaturga que hace una versión de Alicia en el país de las maravillas junto a su inquieta hija de 15 años, Paz. Y Alicia, una mujer de 40 que quiere embarazarse desesperadamente antes de cumplir 41 al día siguiente. Todas ellas están hospedadas en el hotel "Wonderland". Y todas sus historias son agradables, divertidas e interesantes, sobre todo al desarrollarse en escenas simultáneas, un buen efecto teatral.
Pero lo que no termina de cuajar o vislumbrarse es la directa alusión que se hace a la obra de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, en el título. A pesar de que una protagonista se llame Alicia, a pesar de que el esposo de Alba, Basilio, tenga una barba de conejo, a pesar de Wonderland, de la puertita del minibar que alude a cuando Alicia se agiganta, de la obra que trabaja la dramaturga, etc. Estos detalles no transmiten el sentido de aventura mágica y lúdica que guarda cualquiera que ha leído o visto de alguna forma la obra de Lewis Carroll. Lo que nos ha querido entregar Mariana de Althaus es una metáfora, la del hoyo en el que cae Alicia como el hoyo en el que caen estas tres mujeres. Aquí la trama entra en conflicto con el referente bibliográfico: ¿qué relación tiene el tema de la maternidad con Alicia en el país de las maravillas? ¿únicamente que las protagonistas son mujeres? ¿La obra de Althaus seguiría siendo la misma si le quitáramos esos detalles sobrepuestos que justifican a fuerza el bonito título? Sí. La dramaturga pudo estar adaptando otra obra, Basilio pudo ser moreno, el minibar un bar normal, Alicia llamarse de otra forma, etc. Alicia en el país de las maravillas no deja de aparecer como un pretexto que básicamente da motivos escenográficos. Salvo, la atractiva puerilidad de Paz y el comportamiento desesperado (“voy a llegar tarde”) de Alicia, en relación a llegar tarde al embarazo.
Entonces Alicia cayó ganó el tercer concurso de dramaturgia del Británico. Los que vimos la imagen promocional, donde salen las tres protagonistas sosteniendo una llave gigante, esperábamos ver esta llave en la obra, o que se le hiciera justicia a lo que evidentemente sugería. La llave "mágica" nunca salió, país de las maravillas tampoco. Acá, Althaus nos da otra metáfora, en sus propias palabras: “País de las Maravillas, aquel estado del alma en el que aparecen las posibilidades, la ilusión, la sabiduría”. Si Lewis Carroll ya entendía su país de las maravillas como una metáfora, en Entonces Alicia cayó asistimos a la metáfora de la metáfora. La temporada va hasta el 12 de setiembre en el Teatro Británico (Jr. Bellavista 527, Miraflores).

sábado, 13 de agosto de 2011

La otra

Nos habíamos escapado, habíamos huido por fin. Nuestra casa la construimos en un lugar remoto para que las habladurías de la gente y el ruido del mundo no nos lleguen. Decidimos vivir en paz, no sé si hubiera hecho esto sola aunque siempre lo soñé, pero un día me dijiste ¡vámonos!, tomaste mis manos y con los ojos claros en los míos me dijiste ¡vámonos! Juntos, no importa nada de lo que haya pasado, ya es hora. Te seguí tan firme, paso tras paso contigo, hacia este lugar donde no nos escondemos, al contrario, desde aquí gritamos que hemos desaparecido.
Los dos acomodamos la disposición de la casa que decidimos ubicar en un acantilado. Al fondo del abismo hay un río que corre suave y bordea el pedazo de montaña donde estamos. Es cierto lo de pedazo de montaña, es una porción de la montaña enorme y frondosa donde nace agitada la catarata larguísima que da vida al río. De modo que nuestro pedazo de montaña permite que nuestra casa se ubique a la mitad de la catarata. Un solo piso es necesario. Muchas ventanas para que haya luz, esa que desprenden las hojas verdes de los árboles cuando les da el sol, también por la brisa que nos llegará desde el río. Y que nos llegue el ruido de la catarata, un día dejaremos de sentirlo un murmullo ajeno para hacerlo una especie de nuevo latido. La puerta principal de la casa, obviamente, dará al abismo. Esa puerta es inútil pues nadie más entrará, nadie saldrá. Al abismo, si alguien decide abrir esa puerta y salir su primer paso será hacia la nada. Así lo hemos decidido. La ventana de la cocina da hacia el bosque, hacia el camino por el que llegamos, la tenemos siempre abierta y cuando cocinamos jugamos, nos reímos entre cuchillos y tomates, abrazados miramos hacia ese sitio y nos apretamos más al cerciorarnos nuevamente de que nos hemos atrevido.
Uno de los primeros días subí al techo a continuar escribiendo un texto que tenía por ahí, era la historia de una chica que se creía muy loca, muy artista, muy vanguardia, que le gustaba tomarse fotos desnuda, ser ligera y mejor que yo, sí, ella creía mucho eso, decía que yo era poca cosa, que cualquier persona merecería algo mejor, se creía muy bella y decía que yo era fea. Esa era mi historia. La dejé bajo mi taza de té para revisar otras hojas y pensar cómo podía continuar la aventura de esta muchachita… Hasta que levanté mi taza de té y las hojas se fueron volando como palomitas apuradas, primero hacia arriba con su color blanco sobre el cielo, luego su caída indetenible hacia el río de abajo, donde las aguas terminaron por tragarse a las cargadas aves que habían salido de mis manos, tan ansiosas de aire, eso fueron, ansiosas de aire que volaron un rato para morir en el agua de mi río.
Ya estaba atardeciendo otro día. Estábamos en la cocina preparando ensalada, riendo como siempre con el ketchup sobre la boca o la nariz. Saliste a traer algo con que limpiarnos y yo me quede deshojando la lechuga. La ventana estaba abierta, una atmósfera oscura con tonalidades rojizas opacaba la vista del camino. Escuché un rugido, ruidos, como si alguien estuviera trepando la pared, subiéndose al techo para colgarse desde ahí y… Me asomé y el graznido se acentuó arrostrándome una garra que me sujetó el brazo mientras comencé a gritar y forcejeamos, pero era una especie de bestia celosa y sumamente molesta, resentida, hinchada, puntiaguda, con los pelos erizados de furia y el rostro rojo, la reconocí, grité aún más para ahogar el bendito murmullo de la catarata y ser yo y ella y tú llegando asustado, reconociendo también a tu antigua mujer, poniendo los dos brazos para que ella suelte el mío que ya estaba completamente arañado, con heridas largas, sangre, ardor, piel desgarrada y tú rogándole que me suelte, y ella gruñendo más hasta asustarme, y tú maldiciéndola y yo con el brazo ya suelto llorando y ella odiándote con todo su amor y tú y yo pensando cómo hizo para encontrarnos si nadie sabía, sus horribles e infinitos graznidos de ave se derraman en tu cara, hay una genuina sensación de que llegó volando, miro mi brazo arañado por sus patas…
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El dolor y esa angustia de los momentos críticos hicieron que me levantara, o tal vez fueron los verdaderos gruñidos felinos que una gata o gato ajeno, de otra casa, de un vecino, de la calle, hizo sobre mi cama cuando Gala, mi gatita, no la dejó subirse. Éramos tres. Fuimos tres sobre la cama. Cuando miraba mi brazo arañado abrí los ojos y la lucha que tuvieron las dos felinas era ya una sensación lejana en el tiempo, lejana en pocos segundos. Abrí los ojos, me recuerdo inclinándome y diciendo qué pasa. La gata blanca extraña ya estaba al lado derecho de mi cama, herida, en cuatro patas, recelosa y resentida de que la hayan echado. Gala estaba entre mis piernas, sentada, vigilante, mirándola, bella como siempre.

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Mírala, míralo ;) me encanta la letra, es tan precisa!!