sábado, 30 de marzo de 2013

Puaj!

La niña cumplio 4 años. La madre le pidio a la madrina que prepare algunos tragos para salir de la rutina del vino. Se escogio piña colada y daiquiri de durazno. Ahora estan dentro de la cabeza de la madrina, revoloteando calientes y hartamente dulces, porque se hicieron muy dulces a pedido de la madre. La niña acaba de cumplir 4 años. ¡Y pensar que la conocemos desde la panza!
       La madrina regreso a su casa temprano pero el alcohol dulce le hace querer que sea tarde. Ojala no fueran las ocho de la noche, ojala fueran las 5 de la mañana en cualquier antro acompañada de cualquier hombre que diga quererte o que te chamulle cualquier floro barato con tal de pasar el tiempo. Ojala no tuviera 26 sino 4. O fuera la madre, relajada, conforme con su marido y sus hijos. O sino, ojala fuera la abuela, cualquier abuela, cualquier anciana que mire su vida hacia atras y no hacia adelante, mirarla hacia atras sin arrepentimientos como una anciana bonachona que teje, y no hacia adelante para observar un solido horizonte gris, sin arrepentimientos también, pero gris el cielo, gris la ciudad, la mirada de todos.
       La mirada sobretodo de los gatitos con un mes de nacidos que han quedado tuertos. Todo porque un mocoso de mierda les abrió los ojos con sus manos mientras la madrina, dueña de los gatitos, no estaba en casa. Si ese niño de 4 años no hubiera entrado al cuarto donde estaban los gatitos. Si la madrina hubiera estado en casa. Si tu no estuvieras allá en Barranco sino aquí conmigo. Maldición. Al final todos, todos, los gatitos, la madrina, el niño, la madre, la niña, los 4 años, los 26, lo ojos nuevos e inocentes pero ya con un velo blanco en la superficie, ojos rojos, grises, ciegos... al final todos estamos en el lugar equivocado.

Circulos - Madre Matilda.
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sábado, 23 de marzo de 2013

Nada que hacer (segunda parte)

La primera parte de este relato, acá: 
;)



(Segunda parte:)

-Buenas tardes señorita, disculpe la tardanza, es que había un tráfico inmenso, no sabe, he venido lo más rápido que pude. Estoy con mi mamá. Saca las cosas de la mochila, mamá. A ver, señorita, creo que tenemos todo listo.
-No se preocupe, aún le quedan treinta minutos para que la pareja salga del salón. Pero apenas lo desocupe ya tiene que estar lista usted.
-Claro, eso sí. A ver, mamá, las cosas. El vestido está acá, está de blanco inmaculado, tan bonito, me encanta. El velo también está acá, las joyas, el anillo. Creo que eso es todo, ¿no?
-Pero hijita, ¿y tus zapatos? ¿los zapatos blancos? Pensé que tú los habías puesto en la mochila.
-Ay no me digas, ¡no! ¡los zapatos! ¡tienen que estar aquí dentro! ¡por dios! ¡no están!. Pero aún tenemos tiempo de regresar a casa. Voy yo, no más. Treinta minutos de ida, treinta minutos de vuelta... yo regreso al toque... tú me esperas, ¿ya mamá?, es ida y vuelta nada más...
-No hijita, ya es muy tarde, el salón nos lo dan en media hora, en qué momento te vas a alistar, ni con taxi la haces... Además creo que tampoco trajiste maquillaje.
-¡Qué! No me puedo casar sin maquillaje, ¡rayos!, ¡maldita sea!. No, ya fue, sin zapatos ni maquillaje, ya fue...
-Sí, mejor, hijita, ya será para otra oportunidad con más planificación, lo organizaremos mejor.
-Sí, mejor. Bueno, al cabo que ni quería.
-¿Sucede algo, señorita?
-Sí, disculpe, lo que pasa es que al parecer no trajimos todas las cosas y no vamos a poder realizar la ceremonia.
-Uy, qué penita.
-Así es pues, bueno, ¿ni siquiera podemos pedir un reembolso, supongo, no?
-No, señorita, es imposible. Lo siento.
-No, no se preocupe. De todas maneras iba a ser algo intrascendente.
-Pero si desea todavía puede usar el salón. Ya ha pagado por una hora, puede entrar y hacer lo que guste.
-Gracias, eso haré. Mami, llevate las cosas por favor, espérame en casa. Quiero estar sola un momento.

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-Señorita, ya puede entrar, ya está corriendo el tiempo.
-Gracias.

Giro la perilla hacia la derecha para abrir la puerta de madera que retrocede pacífica brindándome un mundo de luz, proveniente no solo de las paredes, techo y piso pintados de blanco, sino de una inmensa ventana de alas anchas cuyas cortinas, blancas también, se rinden a la fuerza del viento al fondo del salón. Cuando mis ojos logran enfocar algo más que ese rayo lechoso, distingo la mesa que antecede a la ventana y la figura femenina sentada al costado, con medio cuerpo apoyado, diríase refugiado en la madera del mueble, brazos escondiendo una dulce cabeza de esponjosa cabellera. Hacia el otro lado, sentado en el borde de la ventana, un hombre mira hacia el horizonte, hacia afuera; su nuca rendida de pelo negro me narra historias de amor que aún no han sido pronunciadas.

-Lo siento si interrumpo, me dijeron que ya podía pasar...
La nuca voltea y ahora son sus ojos. Unos ojos que yo ya he visto antes, unos ojos que me han visto antes a mí. Eres tú, eres tú...
-Ah, pasa, no te preocupes, nosotros ya nos íbamos.
La cabeza de esponjosa cabellera se levanta y reconoce en mí a una perfecta desconocida.
-¿Ustedes son la pareja anterior?
-Sí.
Dijo ella.
-Entonces, ya se casaron.
-No.
Dijo él.
-¿No? ¿Pero por qué?
Ambos se miraron. En absoluto silencio todas las razones brotaban de sus expresiones mutuas, porque lo pensamos mejor, porque todavía es muy pronto, porque no estoy seguro, porque no sé si sea lo correcto, porque talvez ella no sea para mí.
-Disculpen la pregunta, no quise incomodarlos...
-Ya estábamos incómodos antes de que llegaras tú.
Al oír esto, ella volvió a agazaparse entre sus brazos.
-Yo te recuerdo, ¿tú eres de la universidad, no?
Dijo él.
-Sí, yo, yo... tú también estabas ahí, en la universidad, sí, claro... Tu nombre es...
-José, José Basadre.
-Claro, el mío es María Inés.
-Bonito nombre. Pasa. Nuestra hora ya venció pero queríamos estar un rato más acá, si no te importa.
-No, está bien, lo que tenía planeado se canceló así que tengo el salón para mí sola, bueno...
-Siéntate.
-Gracias.
El va de la ventana a la mesa, se sienta justo delante de mí. Ella se despereza y se levanta. Ahora somos tres. Ella parece tan aburrida. Él se sonríe al verme, yo no puedo evitar hacer lo mismo.
-¿Tú ya acabaste la carrera, no?
Dice él.
-Sí, hace un año, ¿tú?
-No, yo todavía. Me falta solo un curso, pero ya lo acabo este año y por fin termino.
-Qué bueno.
-¿Y qué planes para semana santa?
-Nada, todavía.
-¿No vas a la representación de la Pasión?
-No, ¿dónde es eso?
-En las afueras de la ciudad, es bien chévere, hay harta gente, y actores que representan la Pasión, creo que te puede gustar.
-Sí, suena interesante.
-Yo voy todos los años con... con ella.
Le da unas palmaditas en las manos desganadas, aterrizadas sin sentido sobre la mesa. Como a una niñita a la que se intenta consolar. Ella no responde, lo mira con ojos vagos.
-... con ella. ¿Por qué no vas tú?
-¿Yo?
-Claro, anda. Puedes ir acompañada, pero si vas sola puedes buscarnos. Claro, nos buscas y la pasamos los tres.
Sus ojos brillan, buscan mi respuesta positiva y brillan. Ese día él inventará cualquier excusa, irá solo y yo lo encontraré solo, por fin. No lo soporto más. Tengo que abrir la boca.
-Ya, está bien, sí, iré.

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Amo a Travis :3