Y desde el otro lado de la cara de la luna te puedo decir que odio la vida, que no soporto ver a esa madre joven cargar a su bebe y darle un bocado de papa sancochada que la pequeña coge y se mete a la boca embarrandose las manos, como un animal, ambas como carne desde ya destinada a los gusanos, ambas gastando preciosa energía, precioso alimento que tal vez sirviera a gente más... gente más ¿útil?
Lo más importante es la vida. Sí, claro.
¿La vida de quién? Si yo fuera millonario...... (no gano casi nada y aún así digo que tengo plata hasta para regalar), me iría de viaje, viviría sin trabajar, regalaría a los pobres, experimentaría todo lo posible, pero me quedaria con mis sueños, es decir, a pesar de ya tener asegurada mi existencia material aseguraria tambien mi existencia despues de la muerte, haciendo algo que perdure en la memoria de los hombres, entiendase algo positivo, no solo fama ni halagos a la vanidad, un aporte al ideal de construir un mundo mas justo para todos.
¿La vida de quién? Si yo fuera millonario...... (no gano casi nada y aún así digo que tengo plata hasta para regalar), me iría de viaje, viviría sin trabajar, regalaría a los pobres, experimentaría todo lo posible, pero me quedaria con mis sueños, es decir, a pesar de ya tener asegurada mi existencia material aseguraria tambien mi existencia despues de la muerte, haciendo algo que perdure en la memoria de los hombres, entiendase algo positivo, no solo fama ni halagos a la vanidad, un aporte al ideal de construir un mundo mas justo para todos.
En la antigua aristocracia, el Rey era la suma del poder total que se simbolizaba en la corona posada sobre su cabeza; le pertenecia todo, hasta la vida de sus subditos (¡que le corten la cabeza!). Tal poder hacía de su vida una encrucijada donde las hipocresias y las desconfianzas lo tenian siempre vigilante. Hasta el dia de su muerte no tuvo un dia de descanso ni un dia de paz sin comida posiblemente envenenada o sin el asesino esperando tras la puerta del dormitorio.
Ahora, la nueva aristocracia capitalista... no esta tan lejos. Hasta la muerte de los empleados de algunas empresas grandes les aporta un jugoso ingreso por Seguro de vida. Cobran por la muerte de su trabajador, sí, y muchas veces un empleado le sirve mas a la empresa muerto que vivo. Vean Capitalismo, una historia de amor, de Michael Moore.
Para estas empresas, la gente solo es "campesina". Carne de cañón. Carne para gusanos.
Ahora, la nueva aristocracia capitalista... no esta tan lejos. Hasta la muerte de los empleados de algunas empresas grandes les aporta un jugoso ingreso por Seguro de vida. Cobran por la muerte de su trabajador, sí, y muchas veces un empleado le sirve mas a la empresa muerto que vivo. Vean Capitalismo, una historia de amor, de Michael Moore.
Para estas empresas, la gente solo es "campesina". Carne de cañón. Carne para gusanos.
Lo más importante es la vida. ¿La de quién?
Somos muchos, no se si eso es bueno o malo. Pero no estamos muriendo tanto como antes. Y estamos consumiendo mucho mas que antes. Y la Tierra se esta cansando de seguir amamantando hijos que no le agradecen, que se tiran la pelota ¡que dejen de fumar los otros! ¡que reciclen los otros! ¡los otros tienen la culpa! ¿Y yo que hago? Intento, al menos. Veo que somos demasiados hijos, procuro entonces no tenerlos.
Somos muchos, no se si eso es bueno o malo. Pero no estamos muriendo tanto como antes. Y estamos consumiendo mucho mas que antes. Y la Tierra se esta cansando de seguir amamantando hijos que no le agradecen, que se tiran la pelota ¡que dejen de fumar los otros! ¡que reciclen los otros! ¡los otros tienen la culpa! ¿Y yo que hago? Intento, al menos. Veo que somos demasiados hijos, procuro entonces no tenerlos.
Odio, de verdad odio a ese niño que sube a vender caramelos mientras su madre lo espera abajo del micro con un bebe en brazos, tan desarreglada, tan sucia, tan descuidados ambos, entre muestras guturales de acercamiento, tan animales ambos, tan animales, como carne desde ya destinada a los gusanos. Y la ira que se genera dentro de pronto se convierte en compasión y en odio exacerbado pero no hacia ellos sino hacia quienes les han quitado un pan de la boca.
¿Yo? Yo no, yo no tengo mucho, yo quisiera tenerlo todo para compartirlo con justicia. ¡Pero mujer!¡Por qué tienes más hijos si no puedes mantenerlos, si los harás esclavos de la miseria! -- O sea, los que sí tienen con qué pueden tener los niños que quieran? ---Lo más importante es la vida. ¿No?
Si dentro de viente años nadie tuviera hijos podriamos equilibrar otra vez nuestra armonía con el planeta. Imagínate una generación, la última, que no supiera durante toda su niñez qué es un bebé, durante toda su adolescencia qué es un niño, y en su juventud no poder re-aprender la ternura.
Pero no, nadie se atrevería a eso. Por que lo mas importante es...
Pero no, nadie se atrevería a eso. Por que lo mas importante es...
Hay quienes buscan mas a parte de... lo dicho arriba. Y esa busqueda se vuelve en ellos ansias de mas y mas. Mas dinero, mas poder, mas mujeres, sexo, drogas, alcohol. ¿Cuando estaras satisfecho? El capitalismo se parece a un hombre insaciable, el simbolo falico coronado en todas las cabezas de la fabrica o empresa, el simbolo incapaz de retozar un momento junto a su amada frente a una laguna (porque no hay naturaleza en el capitalismo, no hay amada). Una muestra sincera de cariño, sin embargo, cuesta tan poco. Hemos desaprendido eso, hemos olvidado mirar a los ojos y creer en una armonia total con cierto orden. Mas alla de lo que hago, de lo que uso, de lo que digo... sé que estoy muerta.
Soy carne destinada a los gusanos, como tú. ¿Qué somos tú y yo a parte de eso, que de más? He ahi el asunto, la diferencia. A ver, tal vez si dejaras de acusarme te darias cuenta que en comparacion eres tan nada que ni nombre quieres tener. Odio, de verdad odio a los que son capaces de separar, a los que traicionan y viven relaciones paralelas, a los pecadores tirapiedras, a los que se enriquecen a costa de la desnutricion infantil, a los que condenan por prejuicios. No a los que viven con inocencia infantil de animales.
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Para enterarnos que pronto el dinero no tendra sustento porque hay mas dinero flotando en bancos que cosas-realidades-mundo en qué gastarlo, jajajajaj!!!!!!
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No es cuestión de rentabilidad, idiotas, sino de superviviencia.
Los mismos que ahora cacarean que la caída del ladrillo se veía venir, que era absurdo creer que los precios podían crecer al 15% anual indefinidamente, nos denostaron cuando lo advertimos hace más de tres años; y también advertimos de las inexorables consecuencias que nos traería. Supongo que nos hubieran preferido con la boca cerrada para poder vender sus excedentes de barro cocido a precios de oro. Pero lo que decíamos era la verdad.
Y una crisis apocalíptica, tal y como la anunciamos, ya está aquí. Y ha cambiado nuestras vidas. Podríamos decir que lamentamos haber acertado. Pero sería falso. Lo que lamentamos es que los partidos políticos españoles, tanto nacionales como autonómico-provincianos, sean meros lamedores de las almorranas de don Emilio Botín y sus secuaces, y no atendieran más que al engorde de las cuentas de sus amos. Y que no hicieran nada para evitar la ruina de tantas familias españolas que, por cierto, los habían votado (aunque fuera en unas de las urnas más corruptas del mundo). Eso es lo único que lamentamos respecto al pasado. Y respecto al futuro lamentamos exactamente lo mismo: porque esta crisis económica y de valores cívicos se va a prolongar para los españoles, merced a los errores garrafales del Gobierno, más allá de la década que estrenamos.
El problema real cuyas consecuencias sufrimos los habitantes del mundo entero es que el capitalismo está acabado como sistema de organización social y económica. Ha tardado 20 años más en caer que el comunismo, al que destruyó a cualquier costo. Ahora, sin enemigo, sin alternativa ideológica, económica y social, sin más sostén que un ilusorio terrorismo internacional por toda amenaza, sólo nos deja el caos por herencia.
La causa de la crisis es la elefantisíaca acumulación de capital que busca beneficios, sin hacer nada, mediante el préstamo a interés. Hoy hay tanto dinero que busca beneficios sin trabajar, que ya no es posible ofrecérselos mediante el crecimiento de los bienes reales. De manera que el único modo de bloquear tal masa monetaria, para que no se active y acuda al mercado a comprar objetos y bienes inexistentes, es ofrecerles alguna burbuja inversora. Es decir: permitir su colocación en algún asunto irreal para que siga aumentando sin límite.
Como muchos de vosotros no me entenderéis seguramente (no es culpa vuestra, sino de que se trata de conceptos huidizos como el humo), os diré que hay actualmente en el mundo 600 billones de dólares colocados en activos (acciones, fondos, deuda privada y deuda soberana) que exigen una rentabilidad media del 5%. Eso significa que los inversores de esa masa galáctica piensan que el mundo, la sociedad, tiene que retornarles 30 billones de dólares al año; lo que resulta de lo más complicado cuando el PIB que produce el mundo entero en un año sólo es de 60 billones de dólares.
La manera como se pretendía hasta ahora satisfacer a los inversores de tales volúmenes de dinero era mediante la combinación de dos elementos fraudulentos: un supuesto crecimiento de la economía global ilimitado, sin ciclos (¡qué promesa tan boba!, ¿la recordáis?); y, como incluso eso es insuficiente, un crecimiento adicional diez veces mayor en dinero etéreo, burbujeante. Pero ambas componentes chocan frontalmente con el hecho incontrovertible de que el crecimiento, tanto global como de cada país, tomados de uno en uno, es función directa del consumo creciente de energía; y ésta depende fundamentalmente del petróleo, que ha tocado su techo de producción y consumo.
Fin del sueño, pues, y coscorrón con la cruda realidad: los 600 billones de euros no pueden ser retribuidos más que con un billón de dólares de intereses, que es lo que estarían dispuestos a pagar los consumidores del PIB del mundo para alcanzar a comérselo entero, porque les falta para ello dinero con que financiar aproximadamente un 20% de éste . Y eso significa una rentabilidad del 0, 15 %. De modo que todos los entes financieros corren que se las pelan, se pelean a guantadas, para no hundirse: capturan todo el dinero que pueden y no le prestan ni a Cristo para ungüentos. Porque la mayor parte de esos 600 billones se van a convertir en humo, a base de impagos de miles de grandes empresas y de desfalcos financieros del tipo Lehmann Brothers, en los próximos años. ¡Pobres ricos, sin sus lujos, sin sus sicavs ni sus putas!
Y una crisis apocalíptica, tal y como la anunciamos, ya está aquí. Y ha cambiado nuestras vidas. Podríamos decir que lamentamos haber acertado. Pero sería falso. Lo que lamentamos es que los partidos políticos españoles, tanto nacionales como autonómico-provincianos, sean meros lamedores de las almorranas de don Emilio Botín y sus secuaces, y no atendieran más que al engorde de las cuentas de sus amos. Y que no hicieran nada para evitar la ruina de tantas familias españolas que, por cierto, los habían votado (aunque fuera en unas de las urnas más corruptas del mundo). Eso es lo único que lamentamos respecto al pasado. Y respecto al futuro lamentamos exactamente lo mismo: porque esta crisis económica y de valores cívicos se va a prolongar para los españoles, merced a los errores garrafales del Gobierno, más allá de la década que estrenamos.
El problema real cuyas consecuencias sufrimos los habitantes del mundo entero es que el capitalismo está acabado como sistema de organización social y económica. Ha tardado 20 años más en caer que el comunismo, al que destruyó a cualquier costo. Ahora, sin enemigo, sin alternativa ideológica, económica y social, sin más sostén que un ilusorio terrorismo internacional por toda amenaza, sólo nos deja el caos por herencia.
La causa de la crisis es la elefantisíaca acumulación de capital que busca beneficios, sin hacer nada, mediante el préstamo a interés. Hoy hay tanto dinero que busca beneficios sin trabajar, que ya no es posible ofrecérselos mediante el crecimiento de los bienes reales. De manera que el único modo de bloquear tal masa monetaria, para que no se active y acuda al mercado a comprar objetos y bienes inexistentes, es ofrecerles alguna burbuja inversora. Es decir: permitir su colocación en algún asunto irreal para que siga aumentando sin límite.
Como muchos de vosotros no me entenderéis seguramente (no es culpa vuestra, sino de que se trata de conceptos huidizos como el humo), os diré que hay actualmente en el mundo 600 billones de dólares colocados en activos (acciones, fondos, deuda privada y deuda soberana) que exigen una rentabilidad media del 5%. Eso significa que los inversores de esa masa galáctica piensan que el mundo, la sociedad, tiene que retornarles 30 billones de dólares al año; lo que resulta de lo más complicado cuando el PIB que produce el mundo entero en un año sólo es de 60 billones de dólares.
La manera como se pretendía hasta ahora satisfacer a los inversores de tales volúmenes de dinero era mediante la combinación de dos elementos fraudulentos: un supuesto crecimiento de la economía global ilimitado, sin ciclos (¡qué promesa tan boba!, ¿la recordáis?); y, como incluso eso es insuficiente, un crecimiento adicional diez veces mayor en dinero etéreo, burbujeante. Pero ambas componentes chocan frontalmente con el hecho incontrovertible de que el crecimiento, tanto global como de cada país, tomados de uno en uno, es función directa del consumo creciente de energía; y ésta depende fundamentalmente del petróleo, que ha tocado su techo de producción y consumo.
Fin del sueño, pues, y coscorrón con la cruda realidad: los 600 billones de euros no pueden ser retribuidos más que con un billón de dólares de intereses, que es lo que estarían dispuestos a pagar los consumidores del PIB del mundo para alcanzar a comérselo entero, porque les falta para ello dinero con que financiar aproximadamente un 20% de éste . Y eso significa una rentabilidad del 0, 15 %. De modo que todos los entes financieros corren que se las pelan, se pelean a guantadas, para no hundirse: capturan todo el dinero que pueden y no le prestan ni a Cristo para ungüentos. Porque la mayor parte de esos 600 billones se van a convertir en humo, a base de impagos de miles de grandes empresas y de desfalcos financieros del tipo Lehmann Brothers, en los próximos años. ¡Pobres ricos, sin sus lujos, sin sus sicavs ni sus putas!
El problema adicional es que, como en el mundo no hay políticos, sino esclavos del régimen autocrático financiero, nadie ha tomado medidas para que no sucediera lo que va a suceder realmente muy pronto: que el PIB de 60 billones de dólares que produce el mundo se va a reducir drásticamente a causa de la crisis financiera provocada por la banca mundial. Y eso trae un problema del que aún no hemos hablado. Un inconveniente mucho más grave que el de no cobrar más que un 0,15% por tu dinero invertido o ahorrado (o hasta un 0%, si hace falta). Se trata del hambre física, de la miseria intelectual, del terror de la parte de la raza humana que trabaja para vivir, la que no sabe nada de inversiones porque no tiene nada que invertir más que su sudor diario. Se trata del paro, de la escasez de alimentos, de la falta de seguridad para las familias ante el hambre perruna de una masa de indigentes sin amparo. ¡Pobres pobres, carne de yugo, infortunados cuya sangre llueve siempre boca arriba!(1)
Durante unos cuantos años, se seguirá confiando en el dinero. Pero cada vez menos. Luego se recurrirá al oro como bien de acumulación de riqueza y medio de intercambio; y, finalmente, se asumirá que la verdadera causa de la crisis es el propio dinero. No ya el falso, el fiduciariamente fabricado en exceso, sino el dinero en general: tanto el electrónico, como el contante en billetes y hasta el oro en monedas. Y será necesario crear un nuevo e imaginativo orden universal o prepararnos para desaparecer, que es lo que, sin duda, merecemos.
Sabemos que los mismos que mintieron entonces, los que trataron de taparnos la boca, dirán otra vez que exageramos, que somos unos terroristas cibernéticos, que asustamos a la gente en balde, por gusto. Pero no... Lo mismo que entonces, Ácratas dice la verdad, y a fe que nos duele. Y no nos consuela el hecho de que, dentro de unos cuantos años, ya no vengan aquellos mismos cantamañanas a decirnos que "se veía venir", porque buena parte de ellos estarán muertos.
MESS