-¿Qué es eso?– preguntó Carmen.
-Lo usamos en Brasil…
Esperaron un momento observando dentro del vaso, hasta que alrededor de los cristales empezaron a crearse movimientos caprichosos que formaban tormentas, olas, remolinos y más signos de historia acuática. La adivina observaba muy atenta los cambios, elevando el vaso para mirar las profundidades del agua que se encontraba viva, agitada por una fuerza eléctrica. Su rostro, sin embargo, permaneció inmutable durante el proceso; cuando la materia dentro del vaso dejó de dar señales de variación en el movimiento puso éste sobre el lavatorio.
-Qué pena que estés tan cerca de tu muerte…
-¿Los tres remolinos que siguen ahí significan eso?
-Cuando ya no estés aquí ellos quedarán. No tardaron mucho en reaparecer… a eso me refiero.
-¿Reaparecer? No los vi cuando empezó a moverse el agua.
-Así sucede también al nacer…
-¿Por qué se siguen moviendo? ¡Me desespera!
-Siempre se han movido y nunca dejarán de hacerlo.
¿Tres remolinos? ¿Tres remolinos? El espejo no podía mentirle a Carmen, su rostro estaba desencajado y los ojos poseían una sombra roja indeleble; un insondable lastre vital se originó en la nuca, cierto dolor que hasta ese momento jamás le había pertenecido, un desbordante peso que fue depositándose en los hombros y en la espalda, el cuerpo, sabio como siempre, traspuso la tensión en nudos musculares que se generaban desde el esplenio derecho, viajaban por la escapula y se encrudecían en el trapecio: el lado derecho ardía. Pero no se iba a concluir el camino natural, no se iba a llorar delante de la desconocida ni permitirle a la intrusa con patrañas sobrenaturales arruinar el día felizmente planeado de una silenciadora de cuerpos. Fue moviendo lentamente su mano hasta topar el vaso que aún seguía cautivando con su íntegra magia, lo arrastró, lo arrastró hasta que cayó en la cavidad blanca estruendosamente.
- Es simplemente justicia, mueres porque matas.
- ¡Yo nunca he matado a nadie!
-Que te permitas hacer esto sólo demuestra que estás alejada del espíritu aunque creas lo contrario. Estabas cerca, tenías pautas dentro de ti, pero ahora se han evaporado, ahora estás hueca, obedeces a tu ser primario…
-¡No es cierto!
-Solo llenas tus intestinos.
-¿Hay más en la vida que eso, embustera?
Veo hacia la pared y no hay salida. Doy vueltas sobre mi cuerpo que es lo primero, una vez que muera no habrá nada, nada.... Me alejo, corro, ¡tengo que hacer el trabajo, eso es lo urgente!… Discúlpame por hacerte esperar, compañera, una loca enviada del cielo del infierno no sabía mi nombre pero me dijo que moriré pronto. Vamos rápido que por mi tontería se nos ha hecho tarde. Ya estamos en el taxi y ya puedo dejar de disimular ¿verdad? No soy una negociante con su bolsa de rafia azul y gigante, soy tu nueva cómplice, mi negocio necesita de manera imprescindible la bolsa pero para llenarla de algo concreto ahora que ya le vaciamos el aire. Cuando tengamos el bulto de verdad solo queda desaparecerlo, nada más. Pero no solo es por el dinero, son los ligamentos perfectos, las articulaciones tan maravillosamente diseñadas para el movimiento. Para ti es un simple trabajo, lo sé, pero para una escultora como yo… no sabes lo que esto significa para mí, poder apreciar en carne una mano, por ejemplo, ¿sabes cuántos huesitos y músculos debe tener una mano para poder moverse y reflejar una expresión vehemente aunque esté sin vida? El cuerpo es sabio, amiga, eso es lo que quiero representar en mi trabajo, el cuerpo es sabio, hace mucho tiempo plasmo ese concepto en materiales duros que perduren por toda la eternidad… aunque a veces me pregunto, amiga, ¿acaso hay eternidad?... Te miro el rostro, pareces cansada, hasta este momento vengo a conocer tu silencio, silenciadora. De todos modos, gracias por traerme. Llegamos, bien. ¿Ese es el tipo? Bien, que nos dé el adelanto, claro, son mil soles. ¿Dónde está el cuerpo? Oh, una dulce desnudez la de este hombre joven. Ya te conocen. Ya saben que no aceptas cuerpos con ropa, es más difícil deshacerse de ella, dices. Empecemos, enséñame por dónde cortar. Lo meteremos todo en la bolsa. Primero la cabeza…
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