Este es el cuento de una chica que cuando se bañaba emitía extrañamente en el agua un color azulado, no turbio por la suciedad acumulada, sino azulado por quién sabe qué. Y de otra chica que en las épocas de manifestación lunar apremiante, luna nueva, sufría de dolores de cabeza y sentía cómo se iba desvaneciendo a través de ella, su cabeza y la luna, hasta mezclarse hacia arriba con la atmósfera . Al final las dos quedaban desvanecidas y desaparecían de la faz de la tierra para no regresar jamás. Y ocurrió también que otra chica paseaba por un lugar que había sido el escenario de una guerra catastrófica, y era víctima de sujetos marginales y decadentes como vagabundos, locas que empujan un coche y luego duermen en ellos, especies de monstruos acechantes que querían asaltarla, hasta que encontró un pasadizo en medio de los escombros de tierra y casas destruidas, un pasadizo que la dirigió poco a poco hacia una luz, que también se manifestaba en colores, a cada lado del pasadizo las casas se iban transformando poco a poco en lugares habitables, alegres, parlanchines, donde varias señoras vendían comida a tranquilos transeúntes y niños, había movimiento, es decir vida.
Así es, dijo, el movimiento ahora lo genera el dinero en la compra y venta de alimentos, es el negocio, o sea la negación del ocio, o sea la integración, o sea que lindo que estas casas tengan sus ventanas con cortinas de flores y estén pintadas de verde y amarillo, que estas señoras tengan sus respectivos esposos y sus hijos con quienes disfrutar de una tarde calma, mañana no hay que hacer más que vender lo que necesitemos para subsistir, y sin más nada que hacer pasar el tiempo en la contemplación pacífica del tiempo y la solidaridad de no gastar las cosas por mero gusto pues tomamos únicamente lo que necesitamos. El pasadizo se dirigía a una avenida principal que se parecía mucho al mundo donde tienes que alimentar no a tu familia sino a grandes edificios que producirían más edificios pero ninguno para ti.
Así que se quedó en el pasadizo esta chica, porque no tenía visión empresarial, y empezó a jugar con los chiquillos.
-¡pero qué jugar, niña, si tienes que tomarte las cosas en serio!
-Y me las tomo, todo esto es serio, mis yases son serios, mis bromas son serias, mis urgencias también, las de adentro y las de afuera aunque a veces resulta que son las mismas
Ella se quedó ahí, con los chiquillos. Y ahora se va a dormir porque está muy cansada de tomarse las cosas tan en serio. Por eso va a escuchar esta canción jocosa que le hace recordar a alguien con quien le dan ataques de pánico y a cuyo costado encontró el pasadizo milagroso:
-¡Pero niña que canción para graciosa! ¿Bailamos?
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