Viernes 16 de setiembre del 2011
LOS GIGANTES DE LA MONTAÑA
En su obra inconclusa, Los gigantes de la montaña, Pirandello plantea el conflicto entre el artista teatral y la sociedad, en el momento de crisis que significó la gran acogida del cinematógrafo. La propuesta que nos presenta Carlos Riboty soslaya o, mejor dicho, sobrepone a esta crisis, ya superada, un nuevo trance: la aceptación o comprensión de lo indígena. Como él mismo confiesa, ha seguido experimentando en la construcción –o intento de conclusión– del texto original, que en sí mismo ya es metafórico, onírico y experimental.
¿Lo indígena se relaciona al arte actoral? En el argumento, los actores de la compañía han emigrado hasta la montaña para poder realizar una obra teatral, pero ahí se encuentran con los “gigantes”, nunca aparecen pero pueden llamarse incomprensión y censura. En ese sentido, que lo indígena sea lo que se confronte a ese tácito “gigante de la montaña” no es algo tan descabellado. Pero esta conclusión es solo superficial.
Después de un arduo entrenamiento, el actor es capaz de transmitir verdad con su única herramienta: su propio cuerpo. Ahí reside su arte. El indígena, en sus ritos y ceremonias origina una verdad ancestral, mítica. Ambos aprecian de forma similar la fuerza natural, la fuerza del cuerpo, la fuerza de la vida. He ahí la conclusión profunda que justifica el interesante y agradable trabajo de Riboty, donde destaca la actuación de Rocío Antero-Cabrera.
Viernes 30 de setiembre del 2011
CRIADERO, INSTRUCCIONES PARA (NO) CRECER
Una de las cosas interesantes que tiene Criadero es el haber identificado un nuevo estereotipo femenino: la mujer maravilla. Se trata de aquella que quiere hacerlo todo y siente el deber de serlo todo. Sexy, exitosa profesionalmente, buena madre, idónea ama de casa, seguir hermosa, no descuidar a la pareja, etc.
Las historias se arman desde las experiencias personales de las tres actrices, que en buena cuenta son los testimonios del prototipo de “mujer maravilla” que cada una se formó. No hay acción dramática ni personajes en un sentido estricto, asistimos a la narración teatralizada de cómo las actrices fueron criadas y luego cómo criaron.
La obra se nutre con abundante escenografía, elementos que plásticamente la sostienen. Música en vivo, imagen y video. Es vistosa como una performance, con un momento de clímax en el que se declara a veces quisiera escapar y la misma directora entra a bailar en escena. Las historias son tiernas en sí mismas, un niño siempre es tierno y el amor filial da de lleno en el sentimentalismo.
Así, De Althaus expone nuevamente el tema de la maternidad como algo crucial en la vida de la mujer. En este caso, en la vida de aquella que pretende ser una mujer maravilla. La maternidad es algo que una aspirante a mujer maravilla tiene que perdonarse. Ojalá De Althaus nos sorprenda con una nueva temática en su próxima entrega y esquive, en lo posible, la peligrosa tentación de caer en lo trillado.
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