Tantas Teresa de Isaac Chocrón, la experiencia mística
La obra Tantas Teresa es una obra corta terminada por Isaac Chocrón hacia 1982 después de algunas reescrituras. Tiene como personaje central a Santa Teresa de Ávila, conocida por sus famosos éxtasis místicos y por encaminar en esta ruta al más grande poeta místico San Juan de la Cruz. La obra es una sola escena y lleva parlamentos enumerados uno tras otro, es decir que se puede interpretar por varios actores o por uno sólo. Es un homenaje a la vida que llevó la santa, a su obra y a su experiencia mística personal.
Cuando hablamos de la obra teatral de Isaac Chocrón es inevitable hacer alguna referencia a su autobiografía, él mismo ha confesado que este aspecto es crítico en su obra y que incluso ha llevado a escena a algunos de sus seres más queridos ya fallecidos convirtiéndolos en personajes con nombre propio. Esta obra constituye su primer acercamiento a la vida de un personaje histórico, develándonos un plano humano y personal oculto tras la fama y la institucionalización del personaje.
Poco después de la culminación de esta obra se embarcaría en un trabajo dramatúrgico acerca de uno de los hombres más emblemáticos para la historia de Venezuela: Simón Bolívar. La obra Simón (1983) explora el tema de la amistad, reflejada en la estrecha relación que lleva el libertador con su mentor Simón Rodríguez. Por medio de esta puesta, Chocrón nos muestra los substratos más humanos del sujeto histórico con textos sencillos y sin diacronismos, mostrándolo dócil y apabullado por experiencias personales que su querido mentor le ayudará a superar para que pueda embarcarse en la empresa libertadora. Podemos conjeturar que Tantas Teresa es un ensayo anterior a este trabajo.
Pero el perfil histórico de Teresa es difícil de resolver, si bien su quehacer comunitario es innegable, los moldes que la determinan como sujeto histórico no están tan marcados socialmente como los de Simón Bolívar. Su relación trascendental con el mundo se da sobre todo a partir de su relación con Dios, a partir de su propia experiencia mística humana. La exploración individuo-sociedad se da en Chocrón desde sus primeras obras, pero Teresa resulta una experiencia particular porque su misma vivencia personal de Dios es la que le abrirá las puertas a la posteridad. Con Simón, en cambio, éstas se abren desde su participación determinante en la vida social y política de un país o conjunto de países. Es decir, primero se tuvo que explorar cómo la participación de algo tan íntimo como conocer a dios se volvió sobrevaluable, para luego poder tratar la acción del hombre histórico, desde una perspectiva humana del héroe.
Queremos remarcar, entonces, que el primer acercamiento al trabajo de un personaje histórico se dio desde el mismo rasgo de humanidad que lo hizo histórico, (el hombre necesitado de dios), para luego develar el lado oculto propiamente humano de un personaje socialmente institucionalizado. Porque hablar de Santa Teresa no es lo mismo que hablar de Simón Bolívar. Y esto se conoce a través de la obra de ambos. Si queremos saber de Teresa hallamos sus libros intimistas pero a la vez trascendentales; en cambio, lo que primero se sabe de Simón Bolívar es su labor como libertador de pueblos. Pero ambos coinciden en eso: la búsqueda y el encuentro de libertad para el hombre, espiritual y social-política. Tantas Teresa, entonces, no supone tanta dificultad al momento de develar dramáticamente al sujeto humano: mostrar su vida y su obra es mostrarla a ella tan humana como es.
La intención del autor en esta puesta fue mostrarnos una perspectiva sobre la vida y la muerte, ítems que rondan la obra de Chocrón hasta ese momento, especialmente en Mesopotamia (1980) donde se acepta la muerte no solamente como parte natural de la vida sino como parte constituyente: “Sin la muerte no hay vida” . El miedo a la muerte debe vencerse con su conciencia, reconociendo que estamos vivos y que no vale la pena preocuparse mucho por ella porque estando vivos, ciertamente, la muerte no nos pertenece. Ésta idea recuerda mucho la que plantea como parte de su poética el escritor argentino Jorge Luis Borges, sobretodo en cuentos como “La muerte y la brújula”, donde queda en suspenso la bala que debería llegar a matar al detective Lonnrot por el laberinto que divide al tiempo en infinitas mitades: incluso un segundo antes de nuestra muerte, ésta no nos pertenecerá .
Reconocer y ser conscientes de nuestras muertes es a la vez estar más atentos a nuestras vidas y llevarlas a cabo como una oportunidad única de actuar, tal como nos lo plantea la propia Teresa: “110. Acuérdate que no tienes más de un alma, / 111. Ni has de morir más de una vez, / 112. Ni tienes más de una vida breve, y una que es particular, / 113. Ni hay más de una gloria, y ésta eterna.” Es decir, vivir sin miedos, pero conscientes de que un día ya no vamos a estar en el mundo y seguirá andando sin nosotros, de que al dejar de existir dejaremos inevitablemente una impronta marcada en su faz.
Siguiendo una línea similar a la de la obra señalada (Mesopotamia), también es palmaria la idea de que la libertad implica una cualidad de compromiso que la hace ser tal, ser libre significa entonces no someterse a los regímenes impuestos por el entorno social o el primario vínculo con el otro que se nos inculca (ser esposo de, ser hijo de, ser homosexual), pero tampoco caer en nuestro propio libertinaje.
Ser libre es tomar conciencia de nuestros propios regímenes y ser fiel a ellos, comprometernos con nosotros mismos. Así, en Mesopotamia, cuatro hombres han decidido abandonar a sus respectivas familias y constituir una familia entre ellos mismos, por la sencilla razón de que se aman y comparten las mismas ideas, el mismo sentimiento. Esta perspectiva ayudaría también a desencartonar las relaciones que nos atan a nuestros seres más cercanos, como la familia, y aprender a ver en el padre o la madre al ser humano que existe detrás de tales etiquetas.
Teresa se mantuvo fiel a sus creencias a pesar de que le granjearon problemas con su propia institución religiosa, después de fundar la Orden de los Descalzos. La obra nos muestra cómo perseveró en lo que consideraba su máxima forma de ser y sentir a dios: “80.Nada te turbe, nada te espante, / 81. Todo se pasa, Dios no se muda, /82. La paciencia todo lo alcanza. / 83. Quien a Dios tiene, nada le falta.” (TT)
Todas estas ideas (individuo-sociedad, vida-muerte, libertad-compromiso) son constantes en la dramaturgia chocroniana. Pero en Tantas Teresa están atravesadas por la presencia de Dios como principal protagonista.
¿Qué lleva a un autor homenajear a una santa de hace más de cuatro siglos, que ha sido canonizada de acuerdo a valores que la sociedad posmoderna actual ya ha devaluado? La secularización del mundo occidental es innegable, la caída de los tótems más representativos, como el honor o el pudor, han caído y han dejado al sujeto occidental con una sensación de vacío insalvable porque ha llegado a perderse incluso el respeto por la vida humana, el capitalismo vigente ha hecho que ésta se vuelva materia prescindible, el proyecto perpetuo e infinito de la modernidad no parece traer más soluciones que problemas tras toda su retórica.
Hablar de dios en ese contexto no resulta anticuado sino reconstituyente, un respiro, una mirada fuera de la máquina voraz del día a día. Tal vez por eso la puesta de Tantas Teresa tuvo éxito. El mismo autor nos confiesa: “aunque judío sefardita, me considero teresiano por coincidencias con su manera de pensar y de escribir” . Tantas Teresa nos demuestra que el hombre necesita de Dios, y también al revés (no debe faltar quien diga que sus éxtasis no eran más que los arranques histéricos de una adolescente). Pero este Dios, en la experiencia teresiana, no es el escolástico omnipresente y subyugador, ocupado más de los castigos que de la redención.
Es un dios que libera porque le permite a Teresa redimirse de su propia existencia y, como ya hemos visto, armar su propia forma de vincularse con su devoción:
“41a. “Debes saber que cuando la inteligencia del ánima, que es la más alta de las fuerzas entre las que se conocen, / 41b. Pasa en afección o amor de las cosas que contempla, / 41c. Casi es dicha levantarse sobre sí misma, / 41d. Y la tal obra se llama exceso del ánima o levantamiento sobre sí misma o sobre el espíritu suyo, según hallarás en muchos libros escrito.”(TT)
Esta forma de vincularse con él es esencialmente ascética, renuncia a toda materialidad, como poder tener objetos personales, renuncia incluso a la palabra:
“41i. “En lugar de la oración verbal, la oración de recogimiento: Dios carece de habla. Él es la esencia de la quietud y sólo aquellos que se acerquen a Él en silencio, pueden ser escuchados y les será dada una respuesta”. / (…)/ Hermanos, una de dos / o no hablar o hablar de Dios, / que en las cosas de Teresa / aquesta ley se profesa. / 66. Silencio absoluto de las ocho de la tarde hasta la mañana siguiente. Practicar el silencio es como andar descalzo.”(TT)
Sin embargo, el misticismo no se da a nivel espiritual exclusivamente: no abandona la practicidad del día a día, nos conmina a tener presente a Dios en todo momento, incluso en las experiencias menos sacras como cocinar. Y nos conmina hacer obras, que es la aplicación concreta de la fe:
“43. ¿Y piensan que allí- en la contemplación- está todo el negocio? Que no, hermanas, no; obras quiere el señor: y que si ves a una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción, y te compadezcas de ella (…)/ 44. Pues, ea, hijas mías, no haya desconsuelo; mas cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores, entended que si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándonos en lo interior y exterior. / 45. Menos oración y más trabajo. / 46. Dios nos libre de los santos taciturnos. / 47. Una monja melancólica es una mala monja. / 48. Dios me libre de santos encapotados. / 49. De devociones bobas nos libre Dios.”(TT)
Y también es un dios que encontramos dentro de nosotros mismos, como nos lo señala Teresa en su excelsa obra Las Moradas, y nos lo recuerda a través de las palabras de Chocrón, después de conminarnos a considerar nuestra alma “como un castillo todo de diamante”:
“99b. Las Moradas son como siete órdenes o tipos, aunque las que contiene el alma son en número infinito, y éstas no una en pos de otra, como cosa enhilada, sino como un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas coberturas que todo lo sabroso cercan. / (…)/99h. En la sexta Morada se verifica el desposorio espiritual del alma con Dios. / 99i. En la sexta y última, el alma es introducida por el Señor en la mansión que Él mora.”(TT)
No es novedad el tratamiento de aspectos religiosos en Chocrón, su misma condición marginal al respecto (ser judío sefardí, y para complementar el tabú ético puede agregarse que es homosexual) lo hace involucrarse en la temática de manera indirecta o ya directa como ésta. Nuevamente, en Mesopotamia es marcadísimo el símbolo que realiza al nombrar a los cuatro amigos que constituyen una familia como Mateo, Marcos, Lucas y Juan, los escritores del Evangelio. “Escritores” que plasmaron sus libros inspirados por el soplo divino de Dios, en quien creían fervientemente. Ahora, en pleno siglo XX, esta suerte de nuevos apóstoles son los autores de una filosofía que los complementa como seres humanos, los llena, los satisface tanto como Jesús colmaba de paz a los suyos. Construida la metáfora por el paralelismo, reconocemos que en ambas dimensiones se ha hallado la felicidad sublime, no la felicidad efímera que ofrecen los placeres más terrenales y tangibles.
Y aquí entramos al punto medular del asunto, algo tan antiguo que mirado corrientemente puede resultar cursi, pero que es una de las verdades fundamentales del hombre y que Isaac Chocrón sabe camuflar excelentemente: el amor. Hay dos fuerzas que mueven al mundo, dos polaridades innegables, una dicotomía que une o separa a las personas y es tan real como que tenemos dos ojos o dos manos; los nombres varían pero el sentido ontológico es el mismo: eros/tánatos, el bien/el mal, dios/el diablo, vida/muerte, recuerdo/olvido. Teresa de Tantas teresa y los cuatro nuevos “evangelistas” están invadidos por la primera de éstas fuerzas, en un caso cobra la materialidad de la manifestación divina y se vuelve dios concretamente; en el segundo caso, es simplemente el eros que los colma y los une. En ambos casos, esta fuerza está alejada de los placeres carnales, no tiene que ver con ellos, a pesar de que se manifieste necesariamente a través del cuerpo (éxtasis - cercanía corporal de los cuatro que viven bajo un mismo techo), podríamos hablar entonces de un erotismo celestial.
El mismo Chocrón afirma que la amistad “Es el amor perfecto y duradero. Porque es amor que respeta”. E inmediatamente después hace una comparación con el otro tipo de amor, que llamaremos erotismo terrenal: “Puede que el amor romántico sea más intenso, más avasallador, más satisfactorio, más erótico, más todo. Pero, precisamente, por ser eso se quema, mientras que la amistad es el amor perfecto porque está basado en el respeto mutuo y porque cada quien vive en su casa.” Es sintomático el uso de la expresión “se quema”, tanto como para hacer algunas conjeturas lacanianas ligadas al goce como camino hacia el fin (en un sentido escatológico). Efectivamente, gozar de la carne significa agotarla, gastarla, consumirla; pero a la vez y de forma paradójica, el único camino para la reproducción de la especie es precisamente el erotismo terrenal y no el celestial.
Con estas categorías improvisadas podemos darnos cuenta de que Chocrón apuesta por un erotismo celestial que logre satisfacer existencialmente al hombre, en medio de un mundo donde lo que prima es el desborde de las pasiones y los impulsos. En Tantas Teresa la noción de Dios puede tener una lectura actualizada si captamos la yuxtaposición que tiene con la fuerza primaria del amor, que no surge de ningún otro lugar más que de nosotros mismos. El texto nos ofrece un camino lógico para llegar a estas conclusiones, nos da varias pistas al respecto.
La primera operación es la identificación de la santa con Dios, una experiencia mística que empieza como un proceso psíquico para terminar en físico, pero saltando estas cuestiones, es algo que se trasmite a nosotros a través de palabras:
“42.a “De cuando en cuando, un sentimiento de la presencia de Dios me penetraba inesperadamente, de suerte que no podía de ningún modo dudar o que Él estuviese dentro de mí, o que yo fuera enteramente absorbida por Él. / (…)/ 42d. Se levanta en lo interior un vuelo… / 42e. Porque este dolor sabroso, y no es dolor, no está en un ser. Es un dolor amoroso…” (TT).
Esto nos da una idea todavía medio ambigua de lo que sucede en el proceso místico pero se nota claramente la dimensión suprasensible que conlleva, no es algo que podamos percibir con los sentidos propiamente, es una experiencia fenoménica íntima y profunda que necesita de nosotros pero de algo más. La alusión al dolor bien puede ser una referencia a los castigos físicos que llevaba a cabo todo asceta cuando estaba en boga la práctica del ascetismo primero y más crudo. Ahora, desde aquí se hace alusión a ese algo más que se necesita: el amor, por ello el dolor se vuelve amoroso y nos permite el sentimiento de Dios. La condensación de los signos Dios-amor se dará de forma sutil, éste será el segundo movimiento:
“42g. Quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por Él; al que amare poco, dará poco. Tengo yo para mí que la medida de poder llevar gran cruz o pequeña, es la del amor. / 42h. El verdadero amante en toda parte ama… ¡Oh, señor mío, que fuerza tiene con vos un suspiro salido de las entrañas! /” (TT)
Cabrían en realidad muchas preguntas, de dónde surgió su amor, quien halló a quien, etc. Pero como Teresa misma lo señala: “72. Lo que no entendáis, no os canséis. No es para mujeres, ni para hombres, muchas cosas. / 73. Mientras menos lo entiendo, más lo creo.” (TT)
A continuación se refuerza la idea de identificación entre Dios y la santa: “96e. ¡Oh noche que me guiaste, / oh noche, amable más que alborada, / oh noche que juntaste/ amado con amada, / amada en el amado transformada!” (TT)
Luego de la explicación de su experiencia mística a través de la metáfora de Las Moradas, se da el último paso, hacia el final de la obra: se deja sentenciado que Dios está dentro de uno mismo, no fuera, no es una fuerza exterior: “100. San Agustín vino a encontrar a Dios dentro de sí, después de haberlo buscado por todas partes. / 101. Hermanas, hermanas, no busquéis por fuera; buscad por dentro.” (TT) E inmediatamente después se nos explica que si lo que debemos encontrar dentro de nosotros es Dios, éste no es otra cosa que el amor, o esa fuerza esencialmente humana que constituye uno de los polos de la dicotomía señalada: “102. Para aprovechar mucho este camino y subir a las Moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; así, lo que más os despertare a amar, eso haced.” (TT)
La ruta queda resumida así: Yo – amor – dios – Yo/dios. No se le puede pedir a un público secular del siglo XX que vuelva a creer en Dios, que se aferre a una experiencia mística y se dedique al ascetismo. Pero se le puede pedir que ame, simplemente. Y es que la lectura global del texto nos da un mensaje actual y revivificante: hallar el amor dentro de nosotros mismos es hallar a dios, no católico, ni judío, ni musulmán, el amor al que se refiere Chocrón, el que debemos encontrar dentro de nosotros mismos, es el eros celestial, el que colma nuestra existencia antes que agotarla, el que satisface nuestra inconmensurabilidad como seres humanos, el que después de todo hace prevalecer la vida porque se aleja del goce que la vuelve prescindible. El eros terrenal mantiene la vida en una forma biológica, pero pareciera que sólo se dedica a fabricar seres vacíos en serie; el eros celestial conserva la vida en un sentido trascendental, nos libera porque nos convierte en dueños de nuestras propias vidas para poder armar nuevos regímenes de acción, es decir, nos convierte en nuestro propio dios (amada en el amado transformada).
Tantas Teresa parece una obra pequeña dentro de todo el panorama de la dramaturgia chocroniana, pero acabamos de comprobar que quien se acerque a ella para conocer más las tendencias del autor no se arrepentirá de haberla tomado como referencia, ni tampoco quien quiera disfrutar de una bella e intensa obra dramática.
La obra Tantas Teresa es una obra corta terminada por Isaac Chocrón hacia 1982 después de algunas reescrituras. Tiene como personaje central a Santa Teresa de Ávila, conocida por sus famosos éxtasis místicos y por encaminar en esta ruta al más grande poeta místico San Juan de la Cruz. La obra es una sola escena y lleva parlamentos enumerados uno tras otro, es decir que se puede interpretar por varios actores o por uno sólo. Es un homenaje a la vida que llevó la santa, a su obra y a su experiencia mística personal.
Cuando hablamos de la obra teatral de Isaac Chocrón es inevitable hacer alguna referencia a su autobiografía, él mismo ha confesado que este aspecto es crítico en su obra y que incluso ha llevado a escena a algunos de sus seres más queridos ya fallecidos convirtiéndolos en personajes con nombre propio. Esta obra constituye su primer acercamiento a la vida de un personaje histórico, develándonos un plano humano y personal oculto tras la fama y la institucionalización del personaje.
Poco después de la culminación de esta obra se embarcaría en un trabajo dramatúrgico acerca de uno de los hombres más emblemáticos para la historia de Venezuela: Simón Bolívar. La obra Simón (1983) explora el tema de la amistad, reflejada en la estrecha relación que lleva el libertador con su mentor Simón Rodríguez. Por medio de esta puesta, Chocrón nos muestra los substratos más humanos del sujeto histórico con textos sencillos y sin diacronismos, mostrándolo dócil y apabullado por experiencias personales que su querido mentor le ayudará a superar para que pueda embarcarse en la empresa libertadora. Podemos conjeturar que Tantas Teresa es un ensayo anterior a este trabajo.
Pero el perfil histórico de Teresa es difícil de resolver, si bien su quehacer comunitario es innegable, los moldes que la determinan como sujeto histórico no están tan marcados socialmente como los de Simón Bolívar. Su relación trascendental con el mundo se da sobre todo a partir de su relación con Dios, a partir de su propia experiencia mística humana. La exploración individuo-sociedad se da en Chocrón desde sus primeras obras, pero Teresa resulta una experiencia particular porque su misma vivencia personal de Dios es la que le abrirá las puertas a la posteridad. Con Simón, en cambio, éstas se abren desde su participación determinante en la vida social y política de un país o conjunto de países. Es decir, primero se tuvo que explorar cómo la participación de algo tan íntimo como conocer a dios se volvió sobrevaluable, para luego poder tratar la acción del hombre histórico, desde una perspectiva humana del héroe.
Queremos remarcar, entonces, que el primer acercamiento al trabajo de un personaje histórico se dio desde el mismo rasgo de humanidad que lo hizo histórico, (el hombre necesitado de dios), para luego develar el lado oculto propiamente humano de un personaje socialmente institucionalizado. Porque hablar de Santa Teresa no es lo mismo que hablar de Simón Bolívar. Y esto se conoce a través de la obra de ambos. Si queremos saber de Teresa hallamos sus libros intimistas pero a la vez trascendentales; en cambio, lo que primero se sabe de Simón Bolívar es su labor como libertador de pueblos. Pero ambos coinciden en eso: la búsqueda y el encuentro de libertad para el hombre, espiritual y social-política. Tantas Teresa, entonces, no supone tanta dificultad al momento de develar dramáticamente al sujeto humano: mostrar su vida y su obra es mostrarla a ella tan humana como es.
La intención del autor en esta puesta fue mostrarnos una perspectiva sobre la vida y la muerte, ítems que rondan la obra de Chocrón hasta ese momento, especialmente en Mesopotamia (1980) donde se acepta la muerte no solamente como parte natural de la vida sino como parte constituyente: “Sin la muerte no hay vida” . El miedo a la muerte debe vencerse con su conciencia, reconociendo que estamos vivos y que no vale la pena preocuparse mucho por ella porque estando vivos, ciertamente, la muerte no nos pertenece. Ésta idea recuerda mucho la que plantea como parte de su poética el escritor argentino Jorge Luis Borges, sobretodo en cuentos como “La muerte y la brújula”, donde queda en suspenso la bala que debería llegar a matar al detective Lonnrot por el laberinto que divide al tiempo en infinitas mitades: incluso un segundo antes de nuestra muerte, ésta no nos pertenecerá .
Reconocer y ser conscientes de nuestras muertes es a la vez estar más atentos a nuestras vidas y llevarlas a cabo como una oportunidad única de actuar, tal como nos lo plantea la propia Teresa: “110. Acuérdate que no tienes más de un alma, / 111. Ni has de morir más de una vez, / 112. Ni tienes más de una vida breve, y una que es particular, / 113. Ni hay más de una gloria, y ésta eterna.” Es decir, vivir sin miedos, pero conscientes de que un día ya no vamos a estar en el mundo y seguirá andando sin nosotros, de que al dejar de existir dejaremos inevitablemente una impronta marcada en su faz.
Siguiendo una línea similar a la de la obra señalada (Mesopotamia), también es palmaria la idea de que la libertad implica una cualidad de compromiso que la hace ser tal, ser libre significa entonces no someterse a los regímenes impuestos por el entorno social o el primario vínculo con el otro que se nos inculca (ser esposo de, ser hijo de, ser homosexual), pero tampoco caer en nuestro propio libertinaje.
Ser libre es tomar conciencia de nuestros propios regímenes y ser fiel a ellos, comprometernos con nosotros mismos. Así, en Mesopotamia, cuatro hombres han decidido abandonar a sus respectivas familias y constituir una familia entre ellos mismos, por la sencilla razón de que se aman y comparten las mismas ideas, el mismo sentimiento. Esta perspectiva ayudaría también a desencartonar las relaciones que nos atan a nuestros seres más cercanos, como la familia, y aprender a ver en el padre o la madre al ser humano que existe detrás de tales etiquetas.
Teresa se mantuvo fiel a sus creencias a pesar de que le granjearon problemas con su propia institución religiosa, después de fundar la Orden de los Descalzos. La obra nos muestra cómo perseveró en lo que consideraba su máxima forma de ser y sentir a dios: “80.Nada te turbe, nada te espante, / 81. Todo se pasa, Dios no se muda, /82. La paciencia todo lo alcanza. / 83. Quien a Dios tiene, nada le falta.” (TT)
Todas estas ideas (individuo-sociedad, vida-muerte, libertad-compromiso) son constantes en la dramaturgia chocroniana. Pero en Tantas Teresa están atravesadas por la presencia de Dios como principal protagonista.
¿Qué lleva a un autor homenajear a una santa de hace más de cuatro siglos, que ha sido canonizada de acuerdo a valores que la sociedad posmoderna actual ya ha devaluado? La secularización del mundo occidental es innegable, la caída de los tótems más representativos, como el honor o el pudor, han caído y han dejado al sujeto occidental con una sensación de vacío insalvable porque ha llegado a perderse incluso el respeto por la vida humana, el capitalismo vigente ha hecho que ésta se vuelva materia prescindible, el proyecto perpetuo e infinito de la modernidad no parece traer más soluciones que problemas tras toda su retórica.
Hablar de dios en ese contexto no resulta anticuado sino reconstituyente, un respiro, una mirada fuera de la máquina voraz del día a día. Tal vez por eso la puesta de Tantas Teresa tuvo éxito. El mismo autor nos confiesa: “aunque judío sefardita, me considero teresiano por coincidencias con su manera de pensar y de escribir” . Tantas Teresa nos demuestra que el hombre necesita de Dios, y también al revés (no debe faltar quien diga que sus éxtasis no eran más que los arranques histéricos de una adolescente). Pero este Dios, en la experiencia teresiana, no es el escolástico omnipresente y subyugador, ocupado más de los castigos que de la redención.
Es un dios que libera porque le permite a Teresa redimirse de su propia existencia y, como ya hemos visto, armar su propia forma de vincularse con su devoción:
“41a. “Debes saber que cuando la inteligencia del ánima, que es la más alta de las fuerzas entre las que se conocen, / 41b. Pasa en afección o amor de las cosas que contempla, / 41c. Casi es dicha levantarse sobre sí misma, / 41d. Y la tal obra se llama exceso del ánima o levantamiento sobre sí misma o sobre el espíritu suyo, según hallarás en muchos libros escrito.”(TT)
Esta forma de vincularse con él es esencialmente ascética, renuncia a toda materialidad, como poder tener objetos personales, renuncia incluso a la palabra:
“41i. “En lugar de la oración verbal, la oración de recogimiento: Dios carece de habla. Él es la esencia de la quietud y sólo aquellos que se acerquen a Él en silencio, pueden ser escuchados y les será dada una respuesta”. / (…)/ Hermanos, una de dos / o no hablar o hablar de Dios, / que en las cosas de Teresa / aquesta ley se profesa. / 66. Silencio absoluto de las ocho de la tarde hasta la mañana siguiente. Practicar el silencio es como andar descalzo.”(TT)
Sin embargo, el misticismo no se da a nivel espiritual exclusivamente: no abandona la practicidad del día a día, nos conmina a tener presente a Dios en todo momento, incluso en las experiencias menos sacras como cocinar. Y nos conmina hacer obras, que es la aplicación concreta de la fe:
“43. ¿Y piensan que allí- en la contemplación- está todo el negocio? Que no, hermanas, no; obras quiere el señor: y que si ves a una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción, y te compadezcas de ella (…)/ 44. Pues, ea, hijas mías, no haya desconsuelo; mas cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores, entended que si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándonos en lo interior y exterior. / 45. Menos oración y más trabajo. / 46. Dios nos libre de los santos taciturnos. / 47. Una monja melancólica es una mala monja. / 48. Dios me libre de santos encapotados. / 49. De devociones bobas nos libre Dios.”(TT)
Y también es un dios que encontramos dentro de nosotros mismos, como nos lo señala Teresa en su excelsa obra Las Moradas, y nos lo recuerda a través de las palabras de Chocrón, después de conminarnos a considerar nuestra alma “como un castillo todo de diamante”:
“99b. Las Moradas son como siete órdenes o tipos, aunque las que contiene el alma son en número infinito, y éstas no una en pos de otra, como cosa enhilada, sino como un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas coberturas que todo lo sabroso cercan. / (…)/99h. En la sexta Morada se verifica el desposorio espiritual del alma con Dios. / 99i. En la sexta y última, el alma es introducida por el Señor en la mansión que Él mora.”(TT)
No es novedad el tratamiento de aspectos religiosos en Chocrón, su misma condición marginal al respecto (ser judío sefardí, y para complementar el tabú ético puede agregarse que es homosexual) lo hace involucrarse en la temática de manera indirecta o ya directa como ésta. Nuevamente, en Mesopotamia es marcadísimo el símbolo que realiza al nombrar a los cuatro amigos que constituyen una familia como Mateo, Marcos, Lucas y Juan, los escritores del Evangelio. “Escritores” que plasmaron sus libros inspirados por el soplo divino de Dios, en quien creían fervientemente. Ahora, en pleno siglo XX, esta suerte de nuevos apóstoles son los autores de una filosofía que los complementa como seres humanos, los llena, los satisface tanto como Jesús colmaba de paz a los suyos. Construida la metáfora por el paralelismo, reconocemos que en ambas dimensiones se ha hallado la felicidad sublime, no la felicidad efímera que ofrecen los placeres más terrenales y tangibles.
Y aquí entramos al punto medular del asunto, algo tan antiguo que mirado corrientemente puede resultar cursi, pero que es una de las verdades fundamentales del hombre y que Isaac Chocrón sabe camuflar excelentemente: el amor. Hay dos fuerzas que mueven al mundo, dos polaridades innegables, una dicotomía que une o separa a las personas y es tan real como que tenemos dos ojos o dos manos; los nombres varían pero el sentido ontológico es el mismo: eros/tánatos, el bien/el mal, dios/el diablo, vida/muerte, recuerdo/olvido. Teresa de Tantas teresa y los cuatro nuevos “evangelistas” están invadidos por la primera de éstas fuerzas, en un caso cobra la materialidad de la manifestación divina y se vuelve dios concretamente; en el segundo caso, es simplemente el eros que los colma y los une. En ambos casos, esta fuerza está alejada de los placeres carnales, no tiene que ver con ellos, a pesar de que se manifieste necesariamente a través del cuerpo (éxtasis - cercanía corporal de los cuatro que viven bajo un mismo techo), podríamos hablar entonces de un erotismo celestial.
El mismo Chocrón afirma que la amistad “Es el amor perfecto y duradero. Porque es amor que respeta”. E inmediatamente después hace una comparación con el otro tipo de amor, que llamaremos erotismo terrenal: “Puede que el amor romántico sea más intenso, más avasallador, más satisfactorio, más erótico, más todo. Pero, precisamente, por ser eso se quema, mientras que la amistad es el amor perfecto porque está basado en el respeto mutuo y porque cada quien vive en su casa.” Es sintomático el uso de la expresión “se quema”, tanto como para hacer algunas conjeturas lacanianas ligadas al goce como camino hacia el fin (en un sentido escatológico). Efectivamente, gozar de la carne significa agotarla, gastarla, consumirla; pero a la vez y de forma paradójica, el único camino para la reproducción de la especie es precisamente el erotismo terrenal y no el celestial.
Con estas categorías improvisadas podemos darnos cuenta de que Chocrón apuesta por un erotismo celestial que logre satisfacer existencialmente al hombre, en medio de un mundo donde lo que prima es el desborde de las pasiones y los impulsos. En Tantas Teresa la noción de Dios puede tener una lectura actualizada si captamos la yuxtaposición que tiene con la fuerza primaria del amor, que no surge de ningún otro lugar más que de nosotros mismos. El texto nos ofrece un camino lógico para llegar a estas conclusiones, nos da varias pistas al respecto.
La primera operación es la identificación de la santa con Dios, una experiencia mística que empieza como un proceso psíquico para terminar en físico, pero saltando estas cuestiones, es algo que se trasmite a nosotros a través de palabras:
“42.a “De cuando en cuando, un sentimiento de la presencia de Dios me penetraba inesperadamente, de suerte que no podía de ningún modo dudar o que Él estuviese dentro de mí, o que yo fuera enteramente absorbida por Él. / (…)/ 42d. Se levanta en lo interior un vuelo… / 42e. Porque este dolor sabroso, y no es dolor, no está en un ser. Es un dolor amoroso…” (TT).
Esto nos da una idea todavía medio ambigua de lo que sucede en el proceso místico pero se nota claramente la dimensión suprasensible que conlleva, no es algo que podamos percibir con los sentidos propiamente, es una experiencia fenoménica íntima y profunda que necesita de nosotros pero de algo más. La alusión al dolor bien puede ser una referencia a los castigos físicos que llevaba a cabo todo asceta cuando estaba en boga la práctica del ascetismo primero y más crudo. Ahora, desde aquí se hace alusión a ese algo más que se necesita: el amor, por ello el dolor se vuelve amoroso y nos permite el sentimiento de Dios. La condensación de los signos Dios-amor se dará de forma sutil, éste será el segundo movimiento:
“42g. Quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por Él; al que amare poco, dará poco. Tengo yo para mí que la medida de poder llevar gran cruz o pequeña, es la del amor. / 42h. El verdadero amante en toda parte ama… ¡Oh, señor mío, que fuerza tiene con vos un suspiro salido de las entrañas! /” (TT)
Cabrían en realidad muchas preguntas, de dónde surgió su amor, quien halló a quien, etc. Pero como Teresa misma lo señala: “72. Lo que no entendáis, no os canséis. No es para mujeres, ni para hombres, muchas cosas. / 73. Mientras menos lo entiendo, más lo creo.” (TT)
A continuación se refuerza la idea de identificación entre Dios y la santa: “96e. ¡Oh noche que me guiaste, / oh noche, amable más que alborada, / oh noche que juntaste/ amado con amada, / amada en el amado transformada!” (TT)
Luego de la explicación de su experiencia mística a través de la metáfora de Las Moradas, se da el último paso, hacia el final de la obra: se deja sentenciado que Dios está dentro de uno mismo, no fuera, no es una fuerza exterior: “100. San Agustín vino a encontrar a Dios dentro de sí, después de haberlo buscado por todas partes. / 101. Hermanas, hermanas, no busquéis por fuera; buscad por dentro.” (TT) E inmediatamente después se nos explica que si lo que debemos encontrar dentro de nosotros es Dios, éste no es otra cosa que el amor, o esa fuerza esencialmente humana que constituye uno de los polos de la dicotomía señalada: “102. Para aprovechar mucho este camino y subir a las Moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; así, lo que más os despertare a amar, eso haced.” (TT)
La ruta queda resumida así: Yo – amor – dios – Yo/dios. No se le puede pedir a un público secular del siglo XX que vuelva a creer en Dios, que se aferre a una experiencia mística y se dedique al ascetismo. Pero se le puede pedir que ame, simplemente. Y es que la lectura global del texto nos da un mensaje actual y revivificante: hallar el amor dentro de nosotros mismos es hallar a dios, no católico, ni judío, ni musulmán, el amor al que se refiere Chocrón, el que debemos encontrar dentro de nosotros mismos, es el eros celestial, el que colma nuestra existencia antes que agotarla, el que satisface nuestra inconmensurabilidad como seres humanos, el que después de todo hace prevalecer la vida porque se aleja del goce que la vuelve prescindible. El eros terrenal mantiene la vida en una forma biológica, pero pareciera que sólo se dedica a fabricar seres vacíos en serie; el eros celestial conserva la vida en un sentido trascendental, nos libera porque nos convierte en dueños de nuestras propias vidas para poder armar nuevos regímenes de acción, es decir, nos convierte en nuestro propio dios (amada en el amado transformada).
Tantas Teresa parece una obra pequeña dentro de todo el panorama de la dramaturgia chocroniana, pero acabamos de comprobar que quien se acerque a ella para conocer más las tendencias del autor no se arrepentirá de haberla tomado como referencia, ni tampoco quien quiera disfrutar de una bella e intensa obra dramática.
3 comentarios:
Estimadísima y dulce risueña:
Pese a que aún arrastro la resaca de fin de año -que en mi caso se prolongo por dos días y sus noches de harta dosis de alcohol, palabras y disparates-, me animé a leer tu post tan cerebral pero, paradójicamente, tan gozoso del cuerpo. Sabes, he disfrutado tus frases, pero no por tener la certeza de encontrarme ante una prosa acabada. No. Sino porque vislumbra una posibilidad, un potencial. Y eso es significado de juventud, pero sobre todo de vida, que baila, se dispersa y que, extraordinariamente, es movimiento. Seamos movimiento, risueña. Eterno potencial y acto, eterno juego de polaridades, hasta la explosión del hoy y del nunca más.
En fin. En fin. Ya sabes: por acá hay un salvaje tan salvaje y melancólico que, oh rara avis, apunta su lanza contra sí mismo, para lastimarse solo a sí y por sí mismo. Tal vez por tristeza, tal vez por violento, tal vez por sinsentido con sentido y consentido.
Hablamos,
Julio.
PD: Caray, lo que pensé que sería un comentario bastante claro y transparente, terminó en un bodrio medio lírico. Perdón por la tristeza.
(soy demasiado cerebral)... Si se entendio eso q bueno, xq uno puede hacer del sexo por ejemplo una forma de eros celestial, el asunto es q no joda despues. Y asi como agudizas: lo importante es el movimiento!
Y ACABO DE ILUMINAR UNA FRASE SOBRE EL TAO: EL ASUNTO ES... NO USAR LAS COSAS PARA DELEITAR EL CORAZON SINO USAR EL CORAZON PARA DISFRUTAR DE LAS COSAS... (LIN AN)
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