Era una garganta que odiaba al género humano todo, por ser tan imbécil, tan débil e inútil. Ardía, hacía un escosor que terminó matando a su dueño, que en ese momento se quedó sin voz para poder decir absolutamente nada. Estas fueron sus últimas palabras:
Orejitas, de verdad te extraño, tú haz sido mi última ilusión verdadera, correría detrás de los perros si tuvieran tu olor.
O el encontrado en papeleshigiénicos prehistóricos que estaban en el bolsillo de un pantalón jean tuyo.
La garganta se odiaba a sí misma también por ser glándula roja y ardiente. Que necesitaba hablar, joder, palpitar de vez en cuando, más cuanto más y luego más y más.
¡Detente, oye!
De verdad te extraño, cicatrices...
Y tenía una compañera fiel, larga y pulposa que nunca se separaba de su lado, se iban a las fiestas juntas las dos, se complementaban, hacia dentro una, hacia afuera la otra.
-Esta noche de verdad quiero quedarme en casa
-Esta y todas las noches, si quieres
-Ya, pero regálame sangre
Así fue que empezó la tos, cada vez más fuerte. En cambio, la visita de la fiebre ya era una costumbre familiar, de tradición, era amiga de la casa. EL escosor se intensificaba con cada vocal antes de apagar los sonidos para siempre; lo peor de todo, porque además era invitable, era gritar.
Te grito a ti, carajo, hazme caso. Muérete tú primero.
No volverás a dormir desnudo en mi cama
¡Qué garganta grosera, oye!
Malcriada e insolente
¿Sólo porque le dijo imbécil al imbécil que lo es porque está con alguien imbécil?
Pero no repitas tanto algo que voy a empezar a aplicar la ley del espejo, que me sirve muy bien a mí cuando quiero sacar-te-.
Pasaron los días y el deseo era más incontenible:
-¿Y si dejáramos de hacer las cosas para después no tener que anotarlas ni hacer vitácoras? O mejor,¡¡¡para no tener que recordar que las hicimos!!!!
A dónde se iría... pues al barranco a vivir del cielo, o del intento del vuelo.
Esta ciudad está demasiado contaminada, creo que ese es el origen de la infección.
-¿O sea que todo empezó con la respiración?
Así es. Y la garganta se sintió menos culpable de joder, de no joder, de lo poco que hacía por joder, de lo nada que hacía. De la herida que no era el motivo sino la excusa perfecta para largarse junto a su compañera la lengua a otras instancias mentales.
Lame el pasto.
No, mejor fúmatelo.
Eso es peor. Al pasto hay que meterlo por la nariz y por los ojos, no diré más.
¿Siguen entrando cosas por tu boca, te das cuenta?
¿Pero... y siguen saliendo?
¿Ser feliz es poder morirse en cualquier momento?
Exacto, es no hacer un drama de la insatisfacción. Ahora lo ves, mientras menos salga, mejor.
Tú sabes
Crónica: Irene Vallejo en Perú
-
Irene Vallejo en Perú Por Omar Guerrero Lo primero que llama la atención de
la escritora española Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) son sus hermosos ojos
verd...
Hace 11 horas
1 comentario:
De la IV Muesta de Teatro que hay en Lima por estos días ¿Qué obras me recomiendas?
Publicar un comentario